Gredos es siempre un lugar muy socorrido para los que vivimos en Madrid, queremos salir el fin de semana y no tenemos un destino claro planificado. Incluso para los que viajamos en autocaravana. En este fin de semana de mediados de octubre decidimos hacer un viaje en autocaravana para visitar Arenas de San Pedro y las cuevas del Águila.
Noche 1 – Guisando
Aunque el late motiv del viaje era Arenas de San Pedro, en realidad era una excusa para pasar un fin de semana tranquilo cerca de la naturaleza. Salimos de Madrid a primera hora de la tarde. Íbamos a intenar pasar la primera noche en Guisando, un pueblo enclavado en pleno Gredos a 760 m. de altitud.
El lugar donde queríamos dormir es un paraje llamado el Chaco Verde, en un parking gratuito junto al camping los Galayos. Llegamos ya con noche cerrada, pero el lugar estaba casi desierto debido a la época del año. La noche fue muy tranquila bajo un cielo estrellado espectacular.
Noche 2 – Playas Blancas
Nos levantamos con tiempo para desayunar tranquilamente y poder dar una vuelta antes de irnos del paraje donde habíamos dormido. Teníamos entradas para las Cuevas del Águila y no queríamos llegar tarde.
El entorno donde habíamos dormido era espectacular. A unos pocos metros siguiendo la carretera por la que habíamos venido había un puente por el que pasaba la carretera y bajo el que corría el agua de una garganta típica de la zona de Gredos. Hacia el lado izquierdo del puente y bajando hacia la garganta nos encontramos una charca que indudablemente da nombre al paraje: Charco Verde.
En el Charco Verde encontramos una pequeña presa con unos huecos preparados para en verano poder poner unos tableros que terminen de cerrar el dique y formar una piscina natural, muy típicas de la zona.
Después de que Martín tirara unas cuantas piedras a la charca volvimos hacia el lugar donde estaba aparcada la Bicha. Todavía nos quedaba tiempo y hacía una mañana preciosa por lo que decidimos seguir paseando por un camino que salía justo bordeando el límite del camping. Se veían erizos de castañas por el suelo, junto con tirar piedras al agua, una de las cosas que más le gustan a Martín es sacar las castañas de los erizos pisandolos.
Las castañas tenían muy buena pinta y decidimos coger unas pocas para asarlas por la noche en la autocaravana. Todavía no lo sabíamos, pero nos iban a salvar la vida más adelante.
Cuevas del Águila
Llegamos a las 11:30 a las Cuevas del Águila. La entradas de las cuevas cuestan 10 € para los adultos y 8 € para niños de 6-10 años. Muy caro para lo que es. Después de tantos años viajando ya identificamos claramente lo que denominamos «parques de atracciones». Es como llamamos a aquellos sitios que al visitarlos detectas que está todo preparado para que sea una atracción turística donde la información fidedigna y el poner en valor el lugar están en segundo lugar. Lo principal es información populista barata que suele gustar mucho al tipo de personas que visitan en su mayoría este tipo de lugares.
Normalmente estos «parques de atracciones» son de explotación privada, y lo principal de los propietarios es que desembolses el dinero. Otro ejemplo, siempre desde nuestro punto de vista subjetivo, es la Ciudad Encantada de Cuenca. Hay ocasiones que lo que se convierte en «parques de atracciones» son pueblos o ciudades. La mayoría de las ocasiones esto es producido por el efecto Airbnb, en la que muchos barrios se desnaturalizan y cuando los visitas en lugar de estar en un barrio con un ambiente de gente que vive allí, estás en un ambiente en el que la mayoría de la gente son visitantes de unos pocos días. Incluso el comercio de la zona se transforma; no está enfocado a las necesidades de gente que vive allí sino a gente que está de paso. Esto es lo que nos pasó cuando visitamos Bélgica, por este efecto «parque de atracciones» del que hablamos nos gustó mucho más Gante que Brujas.
Su descubrimiento se produjo accidentalmente en la tarde del 24 de diciembre de 1963 cuando cinco chavales que merodeaban por el Cerro de Romperropas o Cerro del Águila, se sorprendieron al observar que salía vapor por un agujero. El vapor de agua se producía por la diferencia de temperatura en el interior, unos 17ºC, y el frío del exterior.
Con la ayuda de cuerdas y linternas los chicos se aventuraron a entrar por lo que parecía una gatera de apenas 60 cm de diámetro. Descendieron durante un rato y recorrieron unos 50 o 60 metros gateando hasta llegar a la gran bóveda principal. Después, estuvieron perdidos en el interior de las cuevas durante casi cinco horas, hasta que lograron encontrar de nuevo el agujero por donde habían entrado.
Realmente las Cuevas del Águila después de todo esta parrafada que he vertido son bastante peculiares y presentan unas formaciones kársticas impresionantes. Si logras inhibirte de la parafernalia en la que el guía intenta hacerte ver formas ridículas en estalactitas randoms y te informas un poco por tu cuenta de lo que suponen ese tipo de formaciones y el valor que tienen conseguirás que los 10 € que te han cobrado por entrar no te parezcan tanto.
Arenas de San Pedro
Después de visitar las cuevas nos fuimos a Arenas de San Pedro con la intención de visitarlo y comer por allí. Para ello decidimos reservar en un restaurante que nos llamo la atención: El Marquesito.
Llegamos a Arenas de San Pedro a eso de las 13:00. Es un pueblo bonito pero que lo recorres en poco tiempo en un paseo tranquilo. A destacar el Castillo del Condestable Dávalos.
El Marquesito
Normalmente no suelo hacer un apartado específico para un restaurante en las entradas de viajes pero en este caso he querido hacer un apartado específico y no precisamente por algo positivo. Ya me ha salido un post bastante «hater» con el tema de los «parques de atracciones» así que terminar de rematarlo con El Marquesito va a ir en línea con el tono de la entrada.
El restaurante en cuestión se encuentra localizado un poco hacia las afueras de Arenas de San Pedro, hacia el oeste y junto a uno de los canales que pasan por el pueblo. El nombre viene de la decoración del local que es muy repipi y recargada. Es la imagen y el ambiente que quisieron dar al restaurante, nada que decir.
Es el restaurante mejor valorado del pueblo con 4,3 estrellas (1.587 valoraciones) en Google, y el primero también en TripAdvisor. Si lees las reseñas todo es estupendo. Y aquí es donde empieza mi valoración, que como siempre digo es subjetiva, personal e intransferible. Y como me da bastante igual el quedar bien o mal, no tengo problemas en dar mi opinión aunque vaya a la contra de la opinición mayoritaria. Para mi entender, que este sea el restaurante mejor valorado de la zona lo que habla es muy mal del nivel de la restauración de la comarca. Sólo hemos estado una vez en este local y lo mismo tuvieron un mal día, pero yo opino sobre mi experiencia no puedo valorar por la experiencia de los demás.
La atención fue bastante mejorable. Teniendo reserva estuvimos esperando más de 10 minutos en que nos sentaran, habiendo mesas libres. No era un problema de saturación y falta de mesas, más bien de la maña de la camarera. La simpatía y la buena atención brillaron por su ausencia. No voy a los sitios buscando que me hagan la pelota, de hecho es algo que me llega a incomodar, pero que te estén atendiendo con la sensación de que molestas, no es de recibo.
La comida en general no tenía nada a destacar excepto los platos de carne, que destacaban en negativo. Rocío y yo pedimos costillas de ternera a la barbacoa. Las costillas estabán como cocidas al horno con una salsa por encima y su propio jugo. Según las probabas notabas a distancia que eso no era reciente, estaba recalentado y tenía el sabor inconfundible a la carne que quedaba en la nevera de la comida del sábado y que cuando venías de fiesta a las 5 de la mañana hambriento devorabas en el asalto que hacías a la nevera al llegar a casa. Dimos por sentado que la carne sería de la mañana temprano, que la cocinaban y la dejaban lista para darle un calentón antes de servir. Error, dada la digestión dura que nos dió a los dos por la tarde, tenemos claro que esa carne no era de ese día, eso seguro.
Playas Blancas
La tarde se nos hizo muy dura en general. Teníamos un malestar muy grande los dos. No había forma de digerir la comida y teniamos una sensación de hinchazón muy grande. No se pasaba ni con Gaviscon Forte.
Decidimos buscar un sitio tranquilo para dormir y pasar la tarde tranquilos, dando un pequeño paseo por el campo para ver si ayudabamos a digerir la bomba de relojería que teníamos en el estómago. Primero lo intentamos en las piscinas naturales del Arenal, un pueblo al que se llega por una sinuosa carretera que sube montaña arriba y sale desde Arenas de San Pedro. No nos gustó mucho el sitio para dormir y decidimos seguir hasta encontrar otro lugar. Seguimos carretera adelante hasta que después de una buena vuelta por un sitio de paisajes muy bonitos llegamos a un paraje llamado Playas Blancas. Ese lugar es un área recreativa junto a un río con un parking donde puedes estacionar sin problema.
Aparcamos en el lugar y nos fuimos a dar una vuelta tranquilitos. Volvimos a la Bicha con la misma sensación que el lobo de Caperucita Roja cuando le abren la barriga para sacar a la abuelita y llenarle el estómago de piedras. Esa carne era indigestible.
Martín me pidió que le asara las castañas, y sin muchas ganas se las asé en una sartén. Y sucedió el milagro, fue comer unas cuantas castañas asadas acompañadas de un par de vasos de agua con gas y el atasco que teníamos en el estómago desapareció como por arte de magia. Dios salve a las castañas.
Nos fuimos a dormir pronto. Al día siguiente tocaba volver a casa y no teníamos muchas ganas de seguir deambulando por la zona.
Bonus track – Vuelta por Ávila y Toros de Guisando
A la vuelta el domingo decidimos volver por el Puerto del Pico, para disfrutar de la carretera y no meternos en autovía.
Además queríamos hacer una parada en los Toros de Guisando. Martín estaba estudiando los pueblos prerromanos en el colegio y quería explicarle quienes eran los vetones.
Los Toros de Guisando son un conjunto escultórico vetón que se ubica en el cerro de Guisando, al lado de la Cañada Real Leonesa Oriental, en el término municipal de El Tiemblo, en la provincia de Ávila (España).
Se datan entre el siglo IV y siglo III a. C., durante la Edad del Hierro, aunque de forma incierta por la falta de contexto arqueológico.
Además la finca donde están los toros tiene una gran importancia en la historia más moderna de España, ya que aquí se firmó un tratado que fué fundamental para que Isabel la Católica fuese declarada heredera a la corona de Castilla.
El paraje da nombre al Tratado de los Toros de Guisando, ya que allí se firmó en el 1468 entre el rey Enrique IV de Castilla y su hermana Isabel (la futura reina Isabel I de Castilla, más conocida como Isabel la Católica), por el que aquel reconocía la proclamación de esta como Princesa de Asturias y, con ello, heredera al trono de Castilla.